(Samantha, lo hice, puse la foto buscando a mi Romeo así que paga lo que debes!)

AMO, AMO pero AMO así en mayúsculas cuando mis compras -que para serte sincera, desde que soy mamá y trabajadora independiente no solo son menores si no que ultra pensadas y analizadas- terminan siendo un hit total. Ya no suelo hacer compras impulsivas, y he desarrollado a la perfección la capacidad de salir por papas, camotes y pañales y no volver ni con un chocolate para mi, que antes, siempre encontraba algo que “me hacía falta” o que me provovaba, así sea un Sublime y un paquetito de Morochas, algo!

Hoy puedo perfectamente salir de compras para Valentina y ni si quiera meter mis narices por Zara, MNG ni ninguna tienda que mira, si yo fuera soltera, asaltaría cada fin de semana con descaro y sin vergüenza.

Al comienzo, al volver de compras para la familia -porque también le compro ropa a él, y es una de las cosas que más me gusta hacer en esta vida, shopping para los hombres de mi vida, razón por la que además amo que un hombre disfrute ir de shopping, así que antes mis víctimas eran mi papi y mi hermano pero desde que tengo marido, mi marido lo es y creo que es algo que nos encanta a los dos. Bueno, te decía, volvía de compras y él veía mis bolsas con sus medias, su pijama nueva y alguna camisa. Las de Valentina con un jean nuevo que el de hace tres meses ya no le queda, con más pijamas -cómo las ensucia tanto!-, zapatillas y seguro que me medias también, y me preguntaba: ¿Y tu?. ¿Y yo qué? Le respondía, ¿y tu qué te compraste? Pues nada cielo, no necesito nada.

Y ese era es más o menos mi modo de vida: Lo necesito o no lo necesito. Así que cuando fui con Samantha a ver unas vitrinas al Jockey, entré a Zara a sabiendas de que nada podría conmigo, que soy una madre consciente que primero son los pañales antes de una cartera nueva. PERO, pasó lo que tenía que pasar, me flechó un vestido que así de lejos no más, ni bien lo vi por el rabillo del ojo derecho, supe que tenía mi nombre y apellido.

Lo miré como 300 veces pensando de cuántas formas podría usarlo. Si el print no era muy llamativo, si era combinable, si no me cruzaría con 55 mujeres más en Lima con el mismo vestido, si realmente lo necesito y para calmar las aguas mentales que ya parecían estar en marea alta, llamé a mi esposo a confesarle mi pecado mental. ¡Compra! Me dijo él, comprate algo así sin pensar y a la loca, se impulsiva, hazlo.

Así qué que crees, lo compré y soy feliz. Soy feliz porque en este invierno tan payaso que tenemos, pude usarlo así, tal cuál, tan solo con mis LalaLove nude -otra compra mega pensada y analizada, a la que llegué dándome cuenta que un zapatos de punta fina y tacón delgado en color casi piel es necesario para estilizarme tantito, qué bien que me ha resultado - y mi cartera, sin medias ni nada que complete.

PERO, llevando a la mano algo de abrigo si es que necesario. Como lees mi blog, sabes que no soy amante de los chalecos pero estoy aprendiendo. Así que mi BFF me prestó este que es de Marquis para llevar a Colombia y aún no lo devuelvo, vergüenza la mía pero igual lo usé una vez más. ¡Esta semana te lo dejo en tu casa amiga!

Y por si te queda alguna duda, un día frío llevé el mismo vestido así, con medias negras, botines y chaqueta de jean Levi’s, junto con mi cartera Carmen Steffens que no puedo dejar de usar, porque en serio, combina con todo.

Proveerle a mi familia es una de mis más grandes satisfacciones, nada como saber que mi esposo e hija están atendidos por mi y que nada les falta, pero salirme con la mía de vez en cuando, ¡también es todo un gusto!