Vanessa dice:

Finalmente lo logré, y luego de trabajar más de un año con Samantha, logré hacer que vaya al KO conmigo, y no solo eso, porque el año pasado tuvo un intento por aquí y otro por allá, logré hacer que le guste, que se involucre y que solita ella decida -por propia voluntad valga la redundancia- que quiere hacer deporte.

Y vamos a algunas clases juntas como el sábado pasado que queríamos conocer el local de San Borja, y la veo, y me veo, y la veo, y me veo, yo sudo como una condenada y ella aún no suda nada, ella está al fondo del salón y yo en primera fila, la veo dando un golpe por aquí y una patada por allá sin mucho estrés en realidad, con toda las ganas de una chica de 22 años que tiene toda la vida por delante, todo puesto en su sitio, con la juventud a flor de piel, un cutis envidiable y planes para el fin de semana….ya sabes, todo lo que bonito de estar recién empezando en la vida sin haber sido golpeada más allá de hacer la cola para que respeten tu sitio en el LifWeek….ah, la juventud.

Y me veo, dando patadas y golpes como si un choro quisiera llevarse mi cartera en la Javier Prado, a toda potencia, a todo meter, intoxicada con el pum-pum-pum de la música, entregando toda la energía que puedo tener después de una mala noche (porque a Valentina se le pasó la pis y fue todo un drama), uno, dos, uno, dos, más fuerte más fuerte que se me descuelga el brazo, entregando toda la energía que me queda aunque recién sea las nueve de la mañana, con todas las ganas de una chica de 37 años que quiere llegar pero fabu fabu a los 40s, con todo puesto en su sitio o al menos con toda la dignidad de haberlo intentado, con un alma joven, un cutis qué cuidar porque ahora resulta que es graso y sin planes para el fin de semana.

Ahhhhh, somos polos opuestos unidos por un mismo objetivo: #MamacitaInvierno2015. Arriba Perú, sí se puede!!!

Samantha dice:

Siempre fui de las que decía que el deporte no era para mi, aunque mis papas insistían en matricularme en todos los deportes de Verano, nunca lo logré, siempre desistí y esa la purísima verdad. Ya más grande en secundaria daba la casualidad que siempre estaba enferma para la clase de educación física, y es que eso de correr y hacer salto largo, alto, doble, triple me sacaba de quicio, pero finalmente pasaba el curso, no sé cómo.

Ahora me veo, ya con 22 (casi 23) años, en una clase llena de personas decididas, con toda la energía del mundo y realmente no puedo evitar sentirme contagiada por toda la vibra que hay en ese salón. Obviamente me pongo atrás en la última fila para que nadie me mire cuando se me hace un pan con mango toda la serie de patadas, saltos y ganchos. En las primeras clases veía a Vanessa adelante toda una “teacher’s pet”, golpeando, saltando y haciendo planchas sin importarle que se le salga la vena de la frente, volteando a cada rato a decirme “vamos, vamos, vamos”, con una cara de madre impulsadora increíble. La verdad es que contagió, y aunque me ría de ella (a sus espaldas jajaja) y jamás esté adelante en la clase, me dan ganas de seguir, de aprender, de aceptar un reto tan crucial para mi como este.

Tuve un intento fallido y juré jamás regresar, con la excusa de que este tipo de entrenamiento no era para mi, pero como dice Vane, lo logró y me trajo de vuelta. Y es cierto, somos polos opuestos pero de alguna manera u otra funcionamos y creo sacamos el mejor lado de cada una. Así que no queda nada más mas que decir #MamacitaInvierno2015 -donde quiera que esté el invierno- here we come.