8 de Junio del 2013
Papá es Papá
Una de mis mejores amigas (son dos, J y R) acaba de tener su primer bebé, y es que en mi grupo de amigas del colegio (y más), el 95% está en etapa reproductiva y de ese grupo el 80% es madre por primera vez, somos primerizas todas, madres tan modernas como asustadas al punto de descubrir que no somos tan modernas como creíamos y que ahora mismo nosotras necesitamos a nuestras propias madres más que nunca. Madre sólo hay una.
El otro día, de visita en su casa, le dije a J lo que siempre le decía a Valentina: Yo recién aprendo a ser tu mamá (y soy la primera alumna de la Escuela para Padres de Huggies!) y así como ella va a descubrir el mundo poco a poco, de la misma manera yo voy a descubrir a mi bebé y juntas crearemos ese tan famoso y único lazo de madre e hija, que es un mito hasta que lo vives. J aprenderá a ser la mejor mamá para la pequeña Mica y Mica aprenderá a ser la hija de J y juntas crearán su propia historia de Madre e Hija.
Y qué pasa con Papá? Papá es papá y papá sólo hay uno. Si ustedes vieran la cara de felicidad que pone Valentina cada vez que ve a su papá no se lo creerían. Las mañanas son sus mañanas y eso de Papá e Hija es una relación única que a mi me encanta contemplar.
Es cierto que papá no se embaraza (y yo creo que mucho tiene que ver con la poca capacidad de aguante al dolor de los hombres, que si lloran por una gripe te imaginas sus caras ante la epidural?) pero de que viven a sus bebés desde el día uno, lo hacen.
Yo no supe mucho sobre las nauseas matutinas ni antojos exóticos (aunque mi esposito moría porque le pida una cremolada de frutos silvestres traídos de la Selva Negra y licuado con hielo hecho de agua de manantial a las 2.10 am), pero teníamos nuestros propios rituales, como por ejemplo asaltar el Delicasse cada domingo (y es que tienen el mejor Cheescake de Fresa de Lima) y un buen masaje de espalda por las noches. Cada noche antes de dormir se abrazaba a mi panza y le hablaba. El se sentía útil, él así participaba del embarazo y claro, ante cualquier patadita de mi chancha prendía la cámara y pegaba la oreja a mi barriga y se emocionaba al punto de que para lo que mi ya era una rutina, para él era su embarazo único.
Papá es papá y cuando mamá se convierte en mamá la misión de papá es facilitarle la vida. Papá siempre ayudó, desde el día uno, con los pañales, con un biberón al día (y es que si la lactancia siempre fue mía, gracias a extractor de leche él podía darle de comer a Valentina al menos una vez al día y crear su propio mundo de dos), con el baño, con los chanchitos, con las madrugadas interminables (la levantada de las 3 de la mañana también era suya, si no, cómo?) y con los llantos. Ahora que ya tienes 8 meses y medio y eres una bebé más “grande” pasas más tiempo jugando con él y los fines de semana son su momento mágico, te crea aventuras, tu cuenta historias, te saca una sonrisa mi pequeño caramelo que a la vez, se vuelve mi sonrisa.
Hija (me encanta decirte hija no se por qué), durante el embarazo yo fui tu casa pero es con papá que hicimos tu hogar y la próxima semana toca celebrarle a él, a papá. Me he auto impuesto la costumbre de que los regalos por el Día del Padre y de la Madre no deban costar dinero si no más bien, estar hechos por nuestras manos, costar esfuerzo y dedicación más que otra cosa (y no caí en la cuenta de que el tercer domingo de Junio es el próximo domingo así que tenemos que empezar ya!) porque, si alguien se merece toda la celebración del mundo ese día, es tu papá (y los abuelos también, claro está, que si no fuera por ellos nosotros no estaríamos acá).
Si bien al comienzo de esta historia fuimos sólo dos personas, papá es ese tercer corazón por el que las dos morimos. Papá es papá.