Porque puede ser indefinible, como tu o como yo, porque es prácticamente indescriptible. En teoría un vestido negro es perfecto para toda mujer. En la práctica, es mucho más que eso.

El negro representa la ausencia de luz, la oscuridad absoluta, la melancolía de una noche, el color de un alma maldita o el más fúnebre sentimiento por la ausencia de una vida.

El vestido negro por su lado, es símbolo de seducción. Por su esencia es sofisticado y misterioso, por su simpleza podría llegar a estar incluso subestimado, por su forma puede ser lo que tu quieres que sea. Un vestido negro siempre es elegante.

Un vestido negro es indiscutiblemente la opción para una mujer adulta y sensual, así como lo es para una jovencita que recién empieza a vivir, un vestido negro siempre es seguro.

Puede ser simple u ostentoso, conservador o muy revelador. Dice sólo lo que quieres decir. Un vestido negro puede ser tan divertido como trágico, dramático o simplemente dichoso. Minimalista o glamoroso, discreto o escandaloso, como tu quieras que sea.

Comparable tal vez con una cita ideal, el vestido negro es esperadamente perfecto, regiamente puntual, siempre te hará lucir bien, siempre te dejará ser la protagonista. Es casi como una necesidad. Tiene un final feliz, el final que tu le quieras dar.

Si tanta tendencia te confunde, siempre puedes volver al Little Black Dress.