Y así pasa. La colección de McQueen para este invierno 2011/12 pasa y pasa bien. No pasa con sobre saltos ni con esperas decepcionantes, no pasa con el corazón en la boca ni el aliento ausente. Pasa.

Pasó en casas como Valentino, donde Alessandra Fachinnetti vino y se fue, después que el hombre detrás de la marca se retirara, y tal cual, así como la Fachinnetti vino, se fue. Pasa con Ricardo Tisci para Givenchy que ahora parece que pasa para Dior. Porque Galliano ya pasó. Pasa con el kaiser Karl Lagerfeld para Chanel, con Tom Ford que pasó por Gucci y que ahora pasa por Frida Giannini como la directora creativa. Pasa por Marc Jacobs para Louis Vuitton, Stefano Pilati para YSL y por Nicolas Ghesquière para Balenciaga.

Pasa que grandes mentes heredan grandes marcas, lo quieran o no, y ahí comienza la canción. Hasta que punto debes inmortalizar tu nombre siendo el diseñador para…XXX??? Hasta que punto Karl Lagerfeld sería quién es si no tuviera su propia línea además de la de Fendi y que además estuvo en Chloé? Sí, es cierto que es uno de los nombres más influyentes en la moda pero, será que realmente necesita de su propia marca, con nombre y apellido, para no ser siempre el diseñador de, si no su propio autor? O sea, la gente dice “me compré un Chanel”, no un “Karl Lagerfeld para Chanel”.

Marc Jacobs no sólo diseña con bombos y platillos para quien ya sabemos, si no que su gloriosa fama se la ha ganado con colecciones firmadas y abreviadas: Marc Jacobs y Marc, by Marc Jacobs. Qué a dónde quiero llegar me pregunta mi galán mientras me ve escribir de lo más concentrada??? Quiero llegar a Sarah Burton, que para bien o para mal al ser el brazo derecho del que firmaba cada diseño heredó la batuta McQueen y de la que ya se dice que “no es que ella lleve consigo el ADN de Lee, ella ES McQueen”.

Tremenda responsabilidad, no? Y tremenda crisis en la que entrará cada luna llena al preguntarse cómo empezó todo esto y…cuándo terminará? Será que eventualmente lanza su propia colección, firmada con su nombre y apellido? Será que en algún momento alguien dirá que lleva un Sarah Burton, y no un McQueen? Será que siquiera le interesa eso, o que la plataforma que pisa hoy le basta para ganarse -y que ya se lo ganó- el respeto de todos.

Y creo que me equivoco, no me refiero a respeto ni a propiedad intelectual, si no al ego de un artista, de todo artista, que quiere ser reconocido por sus méritos, no por el de la empresa para la que trabaja únicamente.

Sea como sea, la primera colección de la Burton se ha llevado aplausos y elogios de propios y extraños. Inspirada en alguna reina de hielo, Sarah presentó mujeres mujeres de siluetas limpias pero exageradas, como la manda la marca. Muchísima piel en todo, brazos, hombros, faldas y abrigos (nuevamente, los pantalones pasaron a segundo plano en esta colección). Una nueva mujer de las nieves, que con un espíritu futurista viste su look con cierres metálicos.

Chifón y gasas para la nieve, mimetizarte con el entorno y así, sobrevivir.

Pero para ello, no sólo basta con perderse en el contexto, esta mujer debe luchar y como toda reina tiene un enemigo, peludo y feróz, y ella se viste de él, porque ganó en esta batalla y traslada lo metálico a su cabeza, a que a modo de casco fija su poderío y la protege.

Ella sabe luchar. Tal como lo hacía McQueen, lo androgino estuvo presente, los esqueletos se dejan ver en cada corte del vestido, en cada parte del cuerpo que se viste de pieles y lanas.

Con una mirada igual de intensa al futuro como a lo renancentista.

Con todo aquello que esperamos siempre de esta casa.

Todo estuvo muy bonito, justo y preciso. Todo fue lo que se esperaba. Sarah demostró que sabe poner en marcha una colección y hacerlo a lo grande. Demostró que es tan buena diseñadora como costurera, que le pone tanta atención al detalle como al drama. Sarah Burton debe brillar algún día y si se puede, con luz propia.

PS: Atención a las pieles, pieles y más pieles o efecto de pieles y sintéticas. Es la segunda colección que vemos hoy donde las aplicaciones de pieles están por todos lados.