Domingos atrás, fuimos en familia a almorzar a una cevichería. Salir a almorzar con Valentina puede ser todo un reto. Si está con hambre, es un hit, siempre le pedimos primero su plato antes que al resto (o yo me pido el mío y lo comparto con ella) y va picoteando en el camino.

Así, me aseguro que ella no esté con hambre y yo me puedo concentrar en que ella coma, eso es bueno. Lo malo, es que luego ella comió, recién van llegando el resto de platos y a la media hora ella ya se aburrió, así que tenemos que comer rapidito no más, porque ya no aguanta mucho la silla de bebés y quiere salir con sus rulos al viento a dar vueltas por todos lados, es una vaina.

Por otro lado, si ordeno lo de ella a la par de lo mío, lo más probable es que ella no coma lo suyo, coma lo mio, no me deje a mi comer lo mio y la mitad termine en el piso. Los chances de que todo sea un pequeño desastre está eternamente latente.

Desde que ella era bebé, la acostumbre a que ella coma sola, sí, la persigo con la cuchara cada cierto rato pero me ha funcionado muy bien que ella toque la comida, que conozca las texturas, que aprenda a alimentarse y a conocer sus gustos. Personalmente lo recomiendo como una buena técnica para esta batalla que es darle de comer a un bebé.

(Aquí la tienes chiquitita de unos 7 u 8 meses, brócoli en mano)

Pero ella ya va dejando de ser bebé, va perfeccionando sus técnicas….y sus gustos. Oh sí, a la niña le gusta todo fuerte, no es de sabores muy suaves, por ejemplo, es mucho más probable que quiera comer una aceituna que un puré de papas. Cosas de ella. Y vaya si nos sorprendió cuando en el Santo Pez se apoderó de la cebolla y el limón. Logramos que coma un par de trozos de pescado también, pero el limón fue su favorito aunque yo andaba traumada de que le caiga algo en el ojo o que se los frote con manos de limón. Para nuestra admiración, ¡ella dominó el arte y sí que lo disfrutó! Comía y se limpiaba con sus wipes, ¡ay esa hija mía!

Para muestra, este botón, perdón, un video