11 de Enero del 2013
The Simple Life
Mi esposo es simplemente lo máximo y me casaría con él 34 veces más pero pese a los años que llevamos juntos hay cosas que no aún no entiende.
Como cuando lo llamo a pedirle que cuando vuelva a la casa por fa me traiga cocholate, o chocolate, depende de mi humor.
Chocolate será dice él, qué chocolate quieres que te lleve mi vida???
Un Sublime amor, si no, un Princesa estaría perfecto, aunque a veces prefiero un Sublime en versión Wafer, me encanta. Sí, hoy quiero un Wafer.
Y para él, eso no tiene sentido. Si quiero un chocolate debo tener antojo que algo finísimo o súper especial, Ferrero Rocher como mínimo pero no, un Sublime o una Princesa a veces, la gran mayoría de veces me hacen más que feliz.
Como cuando los domingos nos provoca un helado. El quiere ir a comprar algún sabor nuevo, que mínimo tengas frutos silvestres de algún país remoto como Albania (ni creas que hoy estuve escuchando las noticias), o que sea una rara combinación de sabores o por lo menos esté sazonado con cosas que no sé ni cómo se pronuncian y la verdad es que para mi la Vainilla con fudge es lo mejor que existe.
Que si me pongo golosa quiero un Francesca en Laritza, que sueño con el Sunday clásico del McDonalds pero DETESTO que ya no tenga maní, por qué ya no tiene maní??? Que si quiero algo peculiar mato por el helado de Durazno y con el embarazo le agarré camote al helado de Sandía del Pink Berry pero lo cierto es que siempre vuelvo a la vainilla con chocolate.
Creo que esperó todo el embarazo ansioso de que al menos una madrugada lo despierte por un helado de palta o algo por el estilo.
Y bueno, ayer lo llamé porque necesitaba chocolate en el organismo y eso era lo que quería. Como no pudo contentarse con lo simple de mi antojo, no trajo uno ni trajo dos, trajo seis y en el acto me comí dos. Así cómo estaré lista para el bikini? No lo sé!!!! Sólo sé que la lactancia aumenta mi necesidad de dulce y cuánto más simple es, mejor.