18 de Febrero del 2013
Quiero ser rica
La cosa es clara, la maternidad lo cambia todo, a ti incluída.
Me armé de valor, dejé todos mis prejuicios, escondí mis miedos, metí bajo la cama mis complejos y la ropa de baño de lado para meterme en ese aterrador bikini del que te hablé. Amparada en que aún tengo la bendita línea negra (que nadie me dijo que podía subirme hasta la frente y dejarme una marca como de almohada, ni tampoco me dijeron que 5 meses después aún la tendría) que le anuncia a la vida de que acabo de ser madre, superé el insolente tamaño de mis nuevas tetas, mi desvergonzada blancura leche Gloria quiero ser y juácate, con bloqueador a la vena cerré los ojos y me despanzurré.
Sí, sé que aún tengo unos cuántos kilos extra pero estos (contra todo pronóstico) no me afectan, miro a mi chancha y eso me basta y sobra para saber que un par de kilos los puedo bajar cuando quiera, cuando me lo proponga sin más, cero estrés porque si algo puedo controlar es eso. Un par de kilos menos se me hacen hoy en día tan sencillos como meterle un poco más de frutas al menú, quitarme los chocolates y no picotear entre comidas y ya está. En teoría todo suena sencillo, no?
El peso es una cosa pero, y cómo controlas las carnes???
Ya le dije adiós a mis jeans de embarazada, a esos leggings que ahora se me caen a penas estando parada, a mis calzones talla large y mis zapatos talla 37. No puedo explicarte lo feliz que fui al darle de alta a esa ropa que sí, fueron parte de una etapa maravillosa pero no sabes cómo me saltaba el corazón de alegría al ver que en balanza todo vuelve a la normalidad. El día que mis jeans talla 27 (strech) me quedaron salté de alegría. Esta semana entré en mis shorts de jean y no tienes idea de lo fabulosa que me sentí, Diosa de las Diosas, que me traigan mi body negro, mis zapatos taco 7 y los parlantes de The Edge que yo estaba lista para bailotear toda la noche con un delicioso Orgasmo en mano y bailar Azucar Amargo all night long. Empecé a sentirme chiquilla como la mejor y regresé malcriadamente a mis 21 años. Qué poder tiene la ropa para hacernos sentir bien, no? Pero la alegría dura tan poco.
Te decía, estaba con el bikini puesto y tenía que ir a los cambiadores así que me puse un vestido encima (que tampoco recorro todo el club en bikini, no te pases) y con J nos dirigimos para allá. Amiga, segura que no se ve mal en el bikini? No amiga, acabas de tener un bebé y estás raaaaagia. O lo que sea que eso signifique. Tampoco es que acabo acabo, acabo hace 5 meses pero ya son cinco meses, o sea, yo sólo digo, no fue ayer. Pero estás regia!
Así cualquiera camina en bikini pues, no? Sí amiga pero, necesitas hacer algo urgente. Por qué? Porque mírate, se te fue el poto, tienes unas tetas inmensas pero no tienes poto. Te lo dije, la alegría dura poco y lo que en ropa parece ser…en bikini que para tales efectos es como estar calata, frente al espejo, blanca como la fría nieve, no es. Lo que en ropa se ve bien, desnuda no es pues. Todo cobra nuevas dimensiones. Todo tiene nuevas proporciones y ángulos, y matices, y caídas y pesos. Casi casi me echo a llorar de la indignación. Este es mi nuevo cuerpo.
Y es que en mi casa no tengo un espejo de cuerpo entero como sí lo hay en los cambiadores del Club. Ni que si lo tuviera lo usaría porque me da cosas y me siento bien esto de ver con qué me puedo encontrar. La realidad. Como encontrarme con que no tengo trasero? Qué dónde está? No lo se. Se fue con los kilos, se fue con la lactancia, se fue con mi hija, se fue por la ventana, vaya usted a saber dónde está pero se fue.
Mi cuerpo es otro y al pan pan y al vino vino, esto lo sabíamos de antemano pero sí mamacita linda, lo sabes, te lo dicen pero nadie toma conciencia de esto hasta que realmente lo vives. Ya no eres la que conocías y te la tienes que aguantar. Cargaste 9 meses con el hijo en la panza y éste ya no está y todo tiene que acomodarse y esa no es tarea fácil, en el camino las cosas se descuelgan y la ley de la manzana que se cayó al suelo se rie de ti. Bien valiente yo, caminé de regreso a mi mesa para pensar que no pasó nada, abrazar a mi piringocha y recordarme que no hay nada que temer, que mamá está acá y acá no pasa nada, claro, la asustada era yo pero igual necesitaba abrazarla mientras que tomaba una nueva decisión.
Quiero ser rica. Y se lo dije a mi marido, a mi amiga y al esposo de mi amiga. Sí. No quiero ser flaca como antes, no me mata volver a ser talla dos ni entrar en mis jeans talla 26 como un fideo bien vestido, no, yo lo quiero es ser rica. Quiero un trasero bien apretado y bien puesto, quiero un vientre lo suficientemente plano para ser feliz, quiero mis tetas en su lugar, mi cintura definida y mis caderas delineadas. Quiero ser rica, de postal, qué de postal, de calendario!, quiero que mi esposo me vea y diga carayyyy, que rrrrrica que es mi mujellll con el acento más dominicano que hayas escuchado. Ves a esa chica de allá? Está bien rica, no? Y esa chica quiero ser yo. No quiero delgadez, quiero formas, curvas contorneadas y si se le puede agregar algo de músculo, mejor. Apretadita me quiero sentir…y ver. Y no hay segundo hijo hasta no lograr lo prometido en mi mente y en mi alma, porque esta es una promesa de alma, caramba. Soñar no cuesta nada.
Y luego vuelvo a ver mi chancha, le doy de lactar, me siento liberada de las presiones terrenales y quiero que el tiempo se detenga para que sigamos siendo ella y yo en ese romance que sí, no me la creía pero esa teta mía es su paraíso, su consuelo, su lugar seguro. Ya quiero que se siente, ya quiero que coma, ya quiero que gatee, pero luego digo nooooo porque es mi bebé.
Qué vaina, no?
Pero déjame pues, este fin de semana lo volveré a intentar, aprieto el paso con mis caminatas semanales, y con mucho esfuerzo, todo vuelve a empezar.